La ambientación de Casi normales nos lleva al verano de 1967, una época de cambios sociales profundos. ¿Qué te inspiró a elegir este contexto para tu novela y cómo lograste recrearlo con tanta autenticidad?
El contexto histórico de la época y el lugar (EE.UU.) en la que está ambientada la novela son muy importantes para el desarrollo de la obra, sobre todo porque eso me habilita el poder engarzar bien ciertos temas que trato en ella (como el racismo) y también desarrollar los caracteres de algunos personajes relevantes, que son claramente «hijos de su tiempo». Para recrear la época, aparte de basarme en mi experiencia con películas y series de la época, tuve que investigar sobre ciertos elementos que me ayudaran a dar credibilidad a lo que cuento, a cómo se hacían las cosas, a qué podríamos encontrar en una localidad del noreste de EE.UU. (aunque sea imaginaria, como Fortress Flint, que es donde transcurre la acción). Y también usé mucho la música para inspirarme. He tratado de incluir siempre que he podido, a lo largo de la narración, referencias a la música que se escuchaba entonces para imbuir más aún a los lectores en la experiencia inmersiva que me gustaría transmitirles con el libro.
En tu obra se percibe una influencia cinematográfica evidente. Como guionista y director, ¿qué elementos del lenguaje audiovisual crees que más enriquecen tu narrativa literaria?
Antes de escribir una sola palabra de mis textos, siempre empiezo imaginándome la historia que quiero contar como una película en mi cabeza. Visualizo todo: cada personaje, cada escenario, cada acción y cada gesto; hago una especie de “storyboard” mental; incluso le pongo música de fondo, como si la historia tuviera su propia banda sonora. Esa construcción audiovisual en mi mente me ayuda muchísimo a trasladar a continuación la historia al papel sin perder un solo detalle de lo que mi imaginación ha creado. Siempre pienso en la trama y en la narración como escenas, incluso las «monto» en mi cabeza para ver qué ritmo tendrían vistas en una pantalla. Creo que no podría escribir si no tuviera la capacidad de imaginar previamente cada secuencia de la historia como si fueran trozos de un guión cinematográfico.
El personaje del anticuario y su amor por el cine parecen pilares esenciales en la trama. ¿Qué importancia tiene el cine en tu vida personal y cómo ha moldeado tu manera de escribir?
El cine es una de mis grandes pasiones. Y lo es por las emociones que me hace vivir, por las grandes historias que hacen volar mi imaginación. Eso también lo encuentro en la literatura. Lo que me interesa de verdad son las buenas historias, las tramas que te atrapan, los argumentos que te hacen reflexionar. Me encanta imaginar historias, y la escritura es mi forma de “dar vida” a algunas de esas historias que se me ocurren y que tengo la necesidad de compartir con otros. Como he dicho antes, el cine me ayuda mucho a desarrollar esa capacidad de imaginar en mi mente las historias que luego trato de trasladar al papel. Posiblemente sin lo uno (el cine), lo otro (mis libros) nunca hubiera existido.
Tu escritura parece moverse entre el misterio y la intriga, con atmósferas que inquietan al lector. ¿Qué técnicas literarias utilizas para crear ese clima tan envolvente?
Creo que el truco es ponerse en la piel del lector y tratar de abstraerse de lo que tú, como escritor, has planeado para él de principio a fin. Mirar cada paso de la historia como algo nuevo y sorprendente. Pensar todo el tiempo en qué es que te pondría a ti la piel de gallina, qué es lo que te haría no querer dejar de leer (hasta el punto de no soltar el libro ni para dormir). Si encuentras los ingredientes que te hagan estar tan sumamente fascinado por lo que escribes como para que te den las tres de la madrugada delante de tu historia, entonces serás capaz de transmitir a tu lector esa misma pasión por lo que estás contando, sean atmósferas de misterio o escenas de amor, y conseguirás envolverlo, llevarlo a «tu mundo». Y eso es maravilloso.
Al haber trabajado en reseñas de películas y bandas sonoras, tienes un bagaje cultural impresionante. ¿Qué escritores o cineastas han sido tus mayores referentes a lo largo de tu carrera?
Creo que el escritor de más influencia en mis obras es Stephen King. Me encanta la forma que tiene de construir personajes y escenas, más allá de sus fantásticas tramas, y también me fascina su capacidad para mantener tensión y hacer que no quieras soltar sus libros hasta que los has acabado. No puedo negar que en «Casi normales» he tratado de imitarlo, por pura admiración. También me encantan Isaac Asimov y su forma tan sencilla y concisa de contar las cosas, Bram Stoker y John Grisham. Y de nuestro país, admiro mucho a Miguel Delibes y a Arturo Pérez-Reverte. En cuanto a cineastas, la lista sería inmensa: Chaplin, Hawks, Hitchcock, Wyler, Ford, Wilder, Eastwood, Cameron, McTiernan o Spielberg (de cuyo estilo bebe mucho «Casi normales»), por citar solo algunos.
¿Cómo describirías el proceso de creación de Casi normales? ¿Eres un escritor metódico que sigue un plan estructurado o prefieres dejarte llevar por la inspiración del momento?
Ante todo, ha sido un proceso muy largo. Es una historia compleja, con varias tramas y mucho subtexto que he tenido que engarzar lo mejor que he podido para que todo tuviera sentido en conjunto y a la vez lograra transmitir todas las ideas y emociones que quería. Respecto a la segunda pregunta, creo firmemente que la mejor fórmula es la que combina a partes iguales la estructuración y la constancia, que son las armas que te ayudan a avanzar realmente en la construcción física y práctica de una novela, con la inspiración, que puede surgir en cualquier momento pero que no deja de ser el alma de lo que uno escribe. A mí me pasa constantemente, las ideas surgen en los momentos más inesperados, y lo que intento es mandarme notas al correo con todo lo que se me ocurre, esté donde esté y haciendo lo que sea, para luego trabajarlas en las sesiones estructuradas que me autoimpongo para sacar adelante los textos.
Con Casi normales y La máquina de escribir, has creado historias que fusionan literatura y cine. ¿Cómo equilibras ambas pasiones y qué desafíos has encontrado al trasladar ideas cinematográficas al papel?
Para equilibrar ambas pasiones hace falta lo mismo que para equilibrar el resto de cosas que forman parte de mi vida: un poco de estructuración para priorizar bien lo que realmente me importa (algo que parece obvio y sencillo, pero que requiere cierta reflexión y, paradójicamente, dedicación) y mucha fuerza de voluntad para sacar tiempo de calidad para todo lo que decido priorizar. Respecto a los desafíos para trasladar ideas cinematográficas al papel, creo que han sido más ventajas que desafíos, ya que el hecho de tener una visión muy clara de la “película” que quiero contar en mi cabeza me ayuda mucho a plasmarla luego en mis textos, los cuales puedo enriquecer además con pensamientos e ideas que en ocasiones sería muy complejo traducir a lenguaje cinematográfico. De hecho, creo que el verdadero desafío está en hacer lo contrario: adaptar bien, con toda su esencia, un libro al cine.
Finalmente, ¿qué te gustaría que los lectores se llevaran consigo tras leer Casi normales? ¿Cuál es el mensaje o la emoción que más deseaste transmitir con esta obra?
Me gustaría que los lectores se llevaran una experiencia única y enriquecedora; y que el libro dejara un poso en ellos que recordaran durante mucho tiempo. Primero, porque les entretenga y les haga pasar un rato agradable; es decir, que les enganche la historia. Segundo, porque logren empatizar con los personajes y emocionarse con las situaciones que les ocurren. Tercero, porque les entre en el cuerpo el “gusanillo cinéfilo”, si es que no lo tienen ya. Y cuarto, porque les haga reflexionar sobre ciertos temas más profundos, como la culpa, el miedo, la vergüenza, los traumas, la aceptación de uno mismo y de los demás, el racismo o la violencia. Conseguir que el lector experimente todo eso sería el “póker” perfecto.